Nuestra historia
La historia de Cáritas Diocesana de Orihuela-Alicante es un testimonio vivo de la solidaridad y el compromiso social de la Iglesia con los más necesitados.
A mediados de los años 50, Cáritas Diocesana comenzó a asumir la distribución de la Ayuda Americana. En un contexto en el que el mercado negro amenazaba con desviar los recursos destinados a los más necesitados, Cáritas se convirtió en un baluarte de confianza, asegurando que estos alimentos llegaran a quienes más lo necesitaban. Paralelamente, se crearon las Cantinas Escolares, que proporcionaban meriendas a niños en diversas localidades de la Diócesis, un proyecto que se expandió rápidamente.
Los años 60 marcaron un periodo de consolidación para Cáritas Diocesana. Las famosas tómbolas benéficas, que llegaron a sortear coches para recaudar fondos, permitieron la construcción de viviendas y barrios para personas en situación de pobreza. Durante estos años, la institución no solo atendió el hambre y la pobreza, sino que también se enfocó en erradicar los asentamientos chabolistas y mejorar las condiciones de vida en barrios marginales, construyendo guarderías y viviendas dignas.
Cáritas respondió adaptando su enfoque. En lugar de grandes proyectos constructivos, se centró en la ayuda directa y cotidiana a las personas y familias, trabajando a través de las Cáritas Parroquiales y promoviendo la formación de voluntarios para que todos compartieran una visión común y un objetivo: la lucha contra la pobreza y la exclusión social.
La llegada de la crisis económica en 2008 supuso un nuevo desafío. Con el aumento de la pobreza y la reducción drástica de subvenciones públicas, Cáritas Diocesana se reestructuró para depender más de donaciones privadas. A pesar de las dificultades, la institución se convirtió en una voz crítica en la sociedad, denunciando las desigualdades y reclamando una mayor implicación de los poderes públicos y privados.
El empleo, otro de los grandes retos de la exclusión, fue otro eje central del trabajo de Cáritas. Con un enfoque claro en la dignidad del trabajo, Cáritas desarrolló itinerarios personalizados de inserción laboral para las personas que más dificultades tenían para encontrar empleo. Este acompañamiento fue más allá de lo puramente formativo: incluyó un seguimiento individualizado y la creación de oportunidades laborales a través de la empresa de inserción social Retextil, dedicada a la recuperación y venta de ropa usada. En 2023, este esfuerzo permitió que más de 100 personas accedieran a contratos laborales estables, una muestra clara de que el empleo puede ser una herramienta poderosa para combatir la exclusión social.
Además de estas iniciativas, Cáritas ha mantenido su mirada de cooperación fraterna, fiel a su compromiso con la Doctrina Social de la Iglesia, que enseña que todos formamos parte de una única comunidad humana. En este sentido, Cáritas ha canalizado recursos para apoyar proyectos en países afectados por crisis humanitarias, como el terremoto en Turquía y Siria, la guerra en Ucrania o el actual conflicto en Tierra Santa. Estas acciones internacionales reflejan la convicción de Cáritas de que la lucha contra la pobreza y la exclusión no tiene fronteras.
Nació en diciembre de 1942, en el seno de la Acción Católica, siendo Obispo Monseñor Irastorza. Como en el resto de las diócesis de España, era fruto del esfuerzo de la Iglesia por organizar la acción caritativa dentro de un país sumido en la pobreza y con una creciente y enorme desigualdad social.
Inicialmente se llamó Secretariado Diocesano de Caridad y no sería hasta diciembre de 1954 que pasaría a llamarse Cáritas Diocesana de Orihuela, siendo Obispo Monseñor Pablo Barrachina, con las claves iniciales de la organización parroquial como base fundamental para extender los beneficios de diversos servicios, la acción de los seglares como una fuerza clave para la renovación espiritual, con una acción social de gestión moderna y técnicamente preparada para abordar problemas sociales, junto con una denuncia profética que busca instruir a las personas empobrecidas sobre sus derechos.
En 1949 miles de niños austriacos serían acogidos en España y en la diócesis de Orihuela por familias, huyendo de la hambruna finalizada la Segunda Guerra Mundial. Por muy mal que fuese la situación en la diócesis, Cáritas no miraba al mundo prestado lo poco que tenía.
En 1960, la celebración de la primera Asamblea Diocesana fue un hito para Cáritas. Se establecieron tres pilares que definirían su futuro: "Ninguna parroquia sin Cáritas", la creación de las Interparroquiales para coordinar esfuerzos entre parroquias, y el fortalecimiento de la comunicación entre Cáritas Diocesana y las parroquias locales. Estos principios sentaron las bases de la independencia de Cáritas respecto a Acción Católica, y en 1965, la institución obtuvo su personalidad eclesial propia, iniciando su camino como una organización autónoma. En aquel entonces se contaba ya con 106 Cáritas parroquiales.
En las décadas de los 70, 80 y 90, Cáritas Diocesana apostó por la formación y coordinación de sus voluntarios. El rápido crecimiento de las Cáritas Parroquiales reveló la necesidad de una mayor formación para asegurar que la ayuda llegara de manera eficiente a los nuevos perfiles de personas necesitadas: migrantes, reclusos, enfermos físicos y psíquicos, y más tarde, los afectados por el SIDA. La sociedad española había cambiado, y con ella, las necesidades de la población.
Cáritas Diocesana ha sido, desde su fundación, una luz de esperanza para miles de personas en situación de vulnerabilidad. Su misión de acompañar y servir a los más empobrecidos ha cobrado una especial relevancia en los últimos años, marcados por la crisis sanitaria y económica provocada por la pandemia de COVID-19. Durante el 2020, cuando el mundo entero se vio afectado por la emergencia sanitaria, Cáritas intensificó su labor, especialmente en las áreas de salud, empleo y vivienda, factores clave que agravaron la exclusión social.
A medida que el mundo empezaba a recuperarse, la realidad planteó nuevos retos. Aunque algunos indicadores económicos mejoraron, las secuelas de la pandemia siguieron afectando gravemente a las personas más vulnerables. Los precios de la vivienda continuaron aumentando, y el acceso a una vivienda digna se volvió casi inalcanzable para muchas familias. Ante esta realidad, Cáritas reforzó su plan de acción, ofreciendo ayudas para el alquiler, suministros y pequeñas reformas, al tiempo que iniciaba estudios detallados sobre la situación de la vivienda. Estas acciones no solo ayudaron a las familias a corto plazo, sino que también fomentaron un diálogo con las administraciones para buscar soluciones más estructurales y duraderas.
Los últimos años también han estado marcados por un aumento en la acogida de personas migrantes y refugiadas, muchas de las cuales llegan en situación de extrema vulnerabilidad. Cáritas ha trabajado para garantizar que estas personas, muchas de ellas sin acceso a servicios públicos, puedan encontrar en su red el apoyo necesario para reconstruir sus vidas.
Los centros de acogida y las viviendas tuteladas han sido un pilar fundamental en la labor de acompañamiento a las personas sin hogar, permitiendo que quienes se encuentran en la calle puedan recuperar su dignidad y acceder a un entorno seguro donde comenzar de nuevo.
Por supuesto, todo esto no sería posible sin el esfuerzo de miles de personas que forman parte de la gran familia de Cáritas. Actualmente, 137 Cáritas parroquiales, más de 1.800 voluntarios y colaboradores, junto con más de 100 personas contratadas, dan vida a la misión de Cáritas en toda la diócesis. La acogida y el acompañamiento han sido y siguen siendo el núcleo del trabajo de Cáritas.
La historia de Cáritas, marcada por el amor y la entrega, sigue escribiéndose cada día gracias a la labor incansable de quienes creen que otro mundo es posible. Un mundo en el que todos, sin excepción, puedan vivir con dignidad.
Hoy, más de 70 años después de su concepción, Cáritas Diocesana sigue siendo un faro de esperanza para miles de personas en situación de vulnerabilidad. Nuestra historia nos recuerda que la caridad no son solo acciones puntuales, sino una misión constante, en nombre de la Iglesia, para construir el Reino de Dios.